Una rusa llega a la familia

El 24 de Febrero del 2022 Rusia invadió Ucrania, un hecho estremecedor que trae a la mente una época trágica para la Humanidad: la Segunda Guerra Mundial, iniciada en Septiembre de 1939 y finalizada el 5 de Septiembre de 1945. Luis David Cruz Ocampo, hermano de Carlos nuestro padre, la vivió de cerca como relataré, porque lo seguíamos a través de sus cartas, especialmente sus vicisitudes familiares debidas a la Guerra Fría y las dificultades para que la familia saliera de Rusia, pues su hijo Álvaro protagonizó al casarse lo que los diarios chilenos de la época llamaron “una historia de amor en Moscú”.
Nosotros, los hermanos Cruz Romero, éramos niños en la década de los 40. Lo primero que nos impresionó de Lidya, la rusa de la historia, fue su belleza viendo su retrato en casa de tía Anita Cruz. Era la foto de una bellísima joven rubia, que nos parecía actriz de cine. Lo que aquí relato, es un poco lo que escuché de niña y lo que fui sabiendo con el tiempo hasta ahora por conversaciones con mi prima Valentina, hermana de Álvaro, información de los archivos de la Universidad de Concepción publicada en internet y la misma Lidya que vivió con Valentina los últimos años de su vida y en cuya casa la conocí. Dicho esto, paso a relatar la historia tan fielmente y apegada a la realidad como me sea posible. Si en algún momento llego a disponer de información más precisa, no dudaré en hacer las correcciones del caso.
Lidya murió en Santiago, el 10 de Junio del 2022, a los 93 años, sin saber de la invasión de Rusia a Ucrania y sin haber regresado jamás a su Patria, por temor a lo que allí vivió con su esposo entre 1946 y 1953, cuando finalmente lograron salir. Álvaro murió en Santiago el 2015. Había trabajado como traductor en la Biblioteca Nacional.
El tío Luis David, hermano de nuestro padre, Carlos, fue uno de los fundadores de Universidad de Concepción, jurista en Derecho Internacional con estudios en la Sorbona, varias veces regidor de la Municipalidad de Concepción, fundador de la Revista Atenea de la Universidad, periodista, escritor y Ministro de Educación en el breve período de gobierno de Carlos Dávila en 1932. Con estos antecedentes, el presidente Pedro Aguirre Cerda lo nombró embajador ante la Santa Sede en 1939. El tío aceptó, y yo diría que fue valiente, porque ya el ambiente en Europa era negro. Él, su esposa Amelia y sus hijos Álvaro, Ximena, Amelia y Valentina partieron a Europa en el transatlántico italiano Virgilio, uno de los últimos barcos de pasajeros que navegaron las rutas marítimas desde Valparaíso a Europa antes que estallara la guerra. Llegaron a su destino después de un azaroso viaje. Pocos meses más tarde, en Junio de 1940, Italia entró a la Segunda Guerra Mundial formando parte del Eje con Alemania y Japón.
En Italia, el embajador y su familia se instalaron en el Gran Hotel de Roma, el lugar donde en ese período funcionaban también otras sedes diplomáticas, e incluso vivía allí el rey Alfonso XIII de España que se había exiliado en Italia en 1931. Pero de la guerra nadie se libraba y los bombardeos aéreos llevaban a todos a protegerse en refugios subterráneos cuando sonaban las sirenas. Valentina tenía un año y meses cuando llegaron a Roma, por lo que sus recuerdos de la guerra son las sirenas y arrancar en brazos de su padre, quien en la penumbra del refugio le contaba cuentos luminosos que la protegieron del terror; también que su mamá y hermanos llevaban a veces abrigo y alimentos para pasar el tiempo hasta que el peligro pasaba. Pero el asedio de las fuerzas aliadas contra el ejército alemán que ocupaba Italia, se expresó en Roma y otras ciudades con múltiples bombardeos sucedidos entre Julio de 1943 y Marzo de 1944, que dejaron cientos de muertos entre la población civil. El golpe final para Valentina, fue ver a escondidas la retirada del ejército nazi. Los alemanes, al retirarse de Roma en los primeros días de Junio de 1944, dieron orden a los vecinos de cerrar sus cortinas para no ver su derrota mientras, vencidos marchaban para abandonar la ciudad. Una familia que vivía al frente, no obedeció: los padres y los niños estaban juntos, mirándolos pasar; al verlos, un oficial nazi dio la orden de ejecutarlos y Valentina vio como la sangre escurría por una pared. Cuento esto porque fueron horrores acumulados a lo que vino después.
En Enero de 1943, en plena guerra, Chile rompió relaciones con Alemania nazi, Italia y Japón y se comprometió con las Fuerzas Aliadas. En Diciembre de 1944 estableció relaciones diplomáticas con la Unión Soviética como hicieron otros países de Latinoamérica. Juan Antonio Ríos, presidente de Chile (1944-1946) en esos años, considerando los antecedentes de Luis David Cruz Ocampo y su desempeño diplomático en el Vaticano, decidió nombrarlo nuestro primer embajador en Rusia.
Después de grandísimas dificultades para el traslado, Luis David llegó a Moscú a mediados de 1946 con su esposa Amelia y sus cuatro hijos: Álvaro de 24 años, Ximena de 20, Bebé de 18 y Valentina de 8. El gobierno ruso, en ese tiempo encabezado por Josef Stalin, los instaló en lo que una vez fue la elegante mansión de una familia prominente que funcionaba como hotel, compartido por varias embajadas: Chile, Argentina, Italia e Irak, entre otras. Álvaro trabajaba en la Embajada de Argentina y Lidya era institutriz de los niños del embajador de Francia; tenía 18 años y su encanto y belleza cautivaron a Álvaro.
En el 2018, cuando Lidya tenía 90 años, me contó que su familia, los Ilarianov, tenían una bella y gran propiedad en el campo en los alrededores de la antigua ciudad industrial de Kaluga situada al sur oeste de Moscú, que fue la ruta que siguió Napoleón cuando, derrotado, abandonó Rusia con su ejército en 1812. En ella su padre dirigía una fábrica de textiles. Lidya nació en 1928 y pasó allí su infancia. Cuando Alemania invadió Polonia, el 1 de Septiembre de 1939, la familia no se inquietó: la guerra estaba muy lejos. Pero después de una secreta maniobra, denominada Operación Barbarroja, que puso fin al tratado de no agresión entre Hitler y Stalin, el 22 de Junio de 1941 los ejércitos nazis atacaron a la Unión Soviética por diferentes frentes, siendo Moscú su objetivo principal situado a unos 190 kilómetros de Kaluga. Hitler eligió el verano para su ataque pensando que sería fácil, pero se encontró con una defensa que al comienzo fue desorganizada, pero que poco a poco fue frustrando sus posibilidades. Y llegó el invierno, para el cual los alemanes no estaban preparados en absoluto. Las batallas fueron atroces, dejando miles de heridos, muertos y prisioneros por ambos lados. Moscú no logró ser destruido por la heroica defensa de los ejércitos rojos y aún de los mismos moscovitas: mujeres, niños y ancianos que ayudaron en su defensa. En el mes de Abril del 42 la guerra se desplazó hacia el frente europeo. Lidya tenía cuatro hermanas y un hermano que fue piloto y que murió al estrellarse su avión en una de las batallas. El padre ya era mayor por lo que no se enroló en el ejército soviético.
El ejército alemán ocupó Kaluga entre el 12 de Octubre de 1941 y el 4 de enero de 1942. Me contó Lidya que ella y su familia huyeron a pie en dirección a los Urales y luego navegaron por el río Oká hacia un pueblo, lejos de ciudades importantes. Ella tenía 13 años. Meses después, cuando regresaron, lo que había sido su hogar no existía, ni el huerto ni los animales; tampoco la fábrica que su padre dirigía en la ciudad. El ejército alemán, desprovisto ya de recursos, había arrasado con todo lo que le servía para sobrevivir. Toda la energía rusa se volcó a la lucha contra los nazis, incluso las mujeres los niños y los ancianos, trabajando en lo que podían, defendiendo ciudades y pueblos, viviendo un tiempo glorioso de esperanza de tiempos mejores, al estilo de occidente, que miles de soldados rusos conocieron durante la guerra, hasta que ella terminó con la derrota de Alemania a la que todos contribuyeron.
La Segunda Guerra Mundial quedó atrás: la amistad entre los antiguos aliados, la URSS y Occidente, comenzó a tambalear y comenzó la Guerra Fría. En 1946, cuando los Cruz López de Heredia llegaron a Moscú, el ambiente político era de terror, semejante al que se vivió en la década del 30, de apresamientos y represión para todos aquellos que disintieran del pensamiento de Stalin, incluidos trabajos forzados en los Gulag del enorme país; la muerte por hambre, fusilamiento, enfermedad y cansancio era el destino de muchos. Después se supo que fueron millones, tanto rusos como prisioneros de guerra. El personal y familiares de las embajadas eran seguidos por guardias de la policía del régimen no bien salían del edificio y dentro de él había micrófonos que delataban cualquier disidencia. Valentina tenía 8 años cuando llegó a Moscú en 1946; para ella nada de eso era evidente, sólo la curiosidad de tener siempre la compañía de dos personas que amablemente les seguían desde lejos. Y dentro del edificio, una gorda y simpática conserje, llamada Ana, con un interfono a la mano que usaba cuando alguien pasaba, pero que a ella le regalaba dulces. Con Ana aprendió ruso, porque cuando no jugaba con otros niños, andaba en bicicleta por el enorme corredor y pasaba y volvía a pasar, a toda velocidad, hasta agotarse y después conversaban largo rato.
Cuando Lidya llegó a Moscú a los 16 años, su hermana mayor ya trabajaba como institutriz en la Embajada de Italia. Ambas hablaban muy bien el francés, que era el idioma de los rusos cultos y Lidya consiguió el mismo cargo, para enseñar a los niños de la Embajada de Francia. Los hijos del personal diplomático no iban al colegio, porque el gobierno soviético no les daba ninguna facilidad para hacerlo, ya que demandaban una serie de trámites imposibles de cumplir. Ximena y Bebé enseñaron a Valentina a leer y escribir. El Hotel Internacional donde vivían, tenía cinco pisos que se repartían entre diez embajadas o misiones, y había niños y niñas de Arabia, Líbano, Irak, Francia, China, entre otros, con los que Valentina jugaba , conversaba en sus idiomas y ampliaba su mundo, mucho más allá que el de los escolares soviéticos
En este ambiente y en los corredores del hotel, Álvaro y Lidya se conocieron y se enamoraron y decidieron casarse; pensaban que se irían de Rusia cuando el período del embajador Cruz terminara. El amor de Lidya y Álvaro era fuerte, y ella, encantadora y querida por la familia, pero Amelia, la madre, pedía a su hijo que no se casaran; ello no tenía que ver con la joven, sino con el temor al tirano Stalin.
Finalmente la familia aceptó y el matrimonio se decidió pero, ¿cómo y dónde? La Embajada de Estados Unidos era la única sede diplomática que contaba con un edificio propio, situado al lado del Hotel Internacional; además tenía una capilla donde iban a misa los domingos. Y allí se casaron en diciembre de 1946. La novia vestía sencillamente, al igual que todos los presentes. Un sacerdote católico bendijo el matrimonio y una pequeña fiesta en la embajada fue la celebración, que no contó con la presencia de ningún miembro de la familia de Lidya, porque fue considerada una traidora y por eso, un grave riesgo para su familia. Nunca, jamás, en toda su vida, Lidya volvió a ver a ninguno de ellos.
El motivo, una orden de Stalin puesta nuevamente en vigencia en 1947, prohibiendo absolutamente la salida de Rusia de mujeres rusas casadas con extranjeros, lo que sucedió a muchas ya que, por asuntos comerciales o producto de la guerra, muchos hombres de diversos países encontraron en Rusia el amor de su vida y se casaron. Pero los otros no pertenecían al cuerpo diplomático y justamente la familia pensó que su caso se solucionaría pronto por la intervención de nuestro gobierno. El problema fue que la Guerra Fría comenzó a embrollar políticamente las relaciones entre Occidente y la Unión Soviética. El partido Comunista en Chile fue prohibido y finalmente el Gobierno de Gabriel González Videla cortó relaciones diplomáticas con Rusia en octubre de 1947, al igual que varios países latinoamericanos dependientes de la órbita norteamericana, a excepción de Uruguay, Méjico y Argentina. Consecuentemente el Embajador Luis David Cruz Ocampo, su familia y los tres miembros del personal de la Embajada debían abandonar Moscú cuanto antes. Lo mismo sucedía en Santiago de Chile, donde el personal de la Embajada de la Unión Soviética, encabezado por su embajador Dimitri Alexandrovich Zhukov, familia y 52 miembros de la Misión debía abandonar el país a la brevedad (1).
Vislumbrando lo que podría ocurrir con la llamada Guerra Fría, en Enero del 47, meses antes del rompimiento de relaciones, el tío Luis David comenzó a gestionar el permiso especial que la familia necesitaba para salir del país. En Abril escribió al ministro de Relaciones Exteriores de Chile, explicándole que, a pesar de solicitudes escritas y frecuentes intervenciones personales, no había recibido respuesta, ni sabido absolutamente nada acerca del estado de la tramitación, tampoco el motivo del retardo. Informaba que debía partir de Moscú el 15 de Mayo y que la autorización debía estar el 10. El embajador Zhukov informó al Ministro de Relaciones de Chile, que el motivo era la prohibición para que las mujeres rusas casadas con extranjeros, salieran del país.
Para la familia la situación era extremadamente grave, pues si Lidya no podía salir, Álvaro se quedaría con ella, pero sin medio alguno de vida y en condición de simple extranjero, sujeto a numerosas y complicadas disposiciones policiales y más aún, con la perspectiva de no poder salir del territorio (2)
El conocimiento de esta situación en Chile, desató un conflicto diplomático entre los dos gobiernos: el Presidente Gabriel González Videla, expresó, según documentos de la época que si Rusia no daba la autorización, tampoco daría su gobierno la autorización para la salida del embajador Zhukov, familia y personal ( 33 personas en ese momento), señalando, según documentos de la época, que había expresado a don Germán Vergara, su Ministro de Relaciones Exteriores que, “desde este momento, el embajador soviético y la misión son rehenes” y no saldrían del país, mientras no saliera de Rusia el embajador Cruz (3) Finalmente la salida de ambos, de los respectivos países, fue en Agosto de 1948, pero los Cruz López de Heredia tuvieron que dejar atrás a Álvaro y Lidya, y partir a Francia para seguir a Chile.
Poco después, en Septiembre, se celebraba en Paris, la Tercera Asamblea General de las Naciones Unidas (5), siendo los Derechos Humanos, el tema a dilucidar. En medio de la tristeza de la terrible separación, el tío y su familia esperaban poder regresar a Chile cuanto antes, pero el Presidente González Videla conociendo su experiencia jurídica, diplomática y su vivencia personal de vulneración de derechos en la tiranía soviética, lo nombró delegado de nuestro país en la Tercera Asamblea, junto al Embajador de Chile ante la ONU, Hernán Santa Cruz, un joven y prestigioso abogado, gran estudioso de la revolución rusa. La asesoría del tío Luis David fue determinante para que Santa Cruz fuera designado como uno de los 8 redactores de la declaración final de los Derechos Humanos, que presidía Eleanor Roosevelt, viuda del Presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt.(5).
Esta declaración fue el resultado de la experiencia de la Segunda Guerra Mundial y había comenzado en 1946 con trabajos aportados por los representantes de los 50 países miembros hasta ese momento: uno de ellos, ”El Neo zarismo Totalitario de la Unión Soviética: violación de los derechos fundamentales del hombre” (6) realizado y presentado por nuestro tío en la Tercera Asamblea de las Naciones Unidas, Paris 1948 .Paralelamente, formuló una presentación a la misma Asamblea sobre el problema de su nuera reclamando contra la actitud del Gobierno Soviético en cuanto ella importaba desconocer las inmunidades diplomáticas aceptadas por todas las naciones y los derechos formulados. La resolución de la Asamblea fue favorable a la tesis chilena, pero el Gobierno Soviético se desatendió de ella. (6) y no autorizó la salida de Lidya. (7)
¿Cómo sobrevivieron Álvaro y Lydia? .Álvaro, por su facilidad para los idiomas, trabajaba como traductor en la Embajada de Argentina donde continuó. El terror también continuó: Lidya había recibido amenazas de muerte; sus parientes no se atrevían a visitarla por temor a la represión de la policía soviética que los vigilaba de día y de noche y que ya había engañado a una amiga, diciéndole que su madre estaba enferma, la llevaron y no se supo más de ella. Álvaro no se atrevía a salir del edificio de las embajadas, para que Lidya no quedara sola, llegando a encerrarla con llave, temiendo irrupciones forzadas. La situación afectó la salud mental de ambos. Stalin murió en 1953, momento en que Luis David solicitó al Presidente Arturo Alessandri Palma la intervención del Presidente de Argentina Juan Domingo Perón para que el Gobierno Soviético permitiera la salida de Rusia de Álvaro y su esposa (4). Valentina relata que Amelia, su madre, fue más insistente, y un día cogió el teléfono y se comunicó directamente con el Presidente Perón, encareciéndole la petición. Álvaro y Lidya llegaron a Chile en Octubre de 1953.
El nombre de la presentación del tío Luis David a la Tercera Asamblea de la ONU, “El Neo zarismo totalitario de la Unión Soviética: violación de los derechos fundamentales del hombre” y la invasión de Ucrania, el 24 de Febrero del 2022 recién pasado, liderada por Vladimir Putin, el actual presidente de Rusia, me llevó a buscar su similitud con lo vivido por los rusos bajo el régimen comunista y específicamente de Stalin. Los comentaristas coinciden en que la ambición de Stalin y Putin es la misma: recuperar el antiguo imperio que fue Rusia en el siglo XIX no importa a qué precio: Putin está empezando, y ya casi se ha apoderado del Mar Negro y hay peligro de catástrofe nuclear.
Hace podo comenté esto con Valentina, y ella se rio y me dijo “es que todos los rusos se creen zares”.
Si algún día lejano leen este relato, podrán contar a otros, qué sucedió a continuación. Aquí en Chile, es presidente el joven Gabriel Boric, en un momento complejo para el país y para el mundo: ayer, 4 de Septiembre del 2022, 13 millones de chilenos participaron en el plebiscito que aprobaba o rechazaba la propuesta constitucional formulada por 154 constituyentes. En un acto democrático ejemplar, el 62% de los votantes, la rechazó. Corresponde volver a empezar. ¿Qué irá a suceder? Ustedes los sabrán.

1.-.- Su nombre original es Lidya, pero en Chile, al inscribirla lo hicieron como Lida.
2.-“Historia de amor en la embajada de Moscú”, Hernán Millas, Ercilla. 2 de diciembre de 1947
3.- Carta personal al Señor Ministro de Relaciones Exteriores, pagada por el Embajador, 24 de Abril de 1947
4.- Carta de Luis David Cruz Máximo Pacheco, Embajador la URSS 1965-1968. Biblioteca Universidad de Concepción
5.- Las Naciones Unidas son una organización internacional fundada en 1945 tras la Segunda Guerra Mundial por 51 países que se comprometieron a mantener la paz y la seguridad internacionales, fomentar entre las naciones relaciones de amistad y promover el progreso social, la mejora del nivel de vida y los derechos humanos.
6- Copia del discurso se encuentra en el Archivo Luis David Cruz Ocampo de la Biblioteca de la Universidad de Concepción.
7.- El primer proyecto de la Declaración se propuso en septiembre de 1948 y más de 50 Estados Miembros participaron en la redacción final. En su resolución 217 A (III) del 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General, reunida en París, aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Un pensamiento en “Una rusa llega a la familia”

  1. Conflicto por el matrimonio de su hijo con Lyda Liessina

    “Durante sus años en Moscú, Cruz Ocampo enfrentó un claroscuro existencial debido al matrimonio de su hijo, Álvaro, con la ciudadana soviética Lyda Liessina. Serán dos jóvenes esposos, inocentes y felices, que deberán soportar la inhumanidad del régimen stalinista”, revela el resumen de la obra.

    Erna Ulloa dice que hay varios aspectos relevantes a tener consideración respecto a este caso que se convirtió en un conflicto: “El reconocimiento y calidad de funcionario e hijo diplomático por parte de Álvaro Cruz López de Heredia no estaba siendo reconocido ni tampoco el de Lyda que pasaba a ser hija política del Embajador Cruz Ocampo”.

    La autora explica que la dramática experiencia de Lyda se sumaba a la de más de mil mujeres rusas que estaban casadas con extranjeros y a las cuales se les negaba la salida para acompañar a sus esposos e hijos a sus países de origen. Ulloa sostiene que la situación “llevó a que muchos de estos matrimonios se tuvieran que separar a la fuerza con todo lo que esto conllevaba”. El libro expone la búsqueda de ayuda del propio Luis David Cruz Ocampo como embajador y la acción de la Cancillería chilena llegaron al seno de la recién creada Naciones Unidas para que pudieran intervenir no sólo por el caso de Lyda, sino de todas sus compatriotas.

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