Chuquicamata

Chuquicamata
Llegué a trabajar a Chuqui, teniendo apenas seis meses de experiencia después de haber salido de la universidad. Me contrataron para trabajar en el departamento de mantención de camiones de la mina, pero a los dos días me avisaron que sería transferido al departamento de mantención de palas y perforadores. La razón, un jefe de turno que llevaba varios años en la mina había solicitado tomar lugar que me habían asignado a mí. La mantención de esos camiones gigantescos y de alta tecnología era mucho más atractiva que la pega un poco bruta con las palas mecánicas. Pero como recién llegado, no tenía más que aceptar la nueva designación.
La mantención de las palas mecánicas consistía mayormente en cambiar los cables que se cortaban, reemplazar las alpargatas (1) rotas y soldar las quebraduras que iban apareciendo en los brazos de las palas. Los cables y las alpargatas se reemplazaban cuando se rompían, pero la estructura de los brazos requería de un trabajo de mantención preventiva. Había que recorrer la mina, subirse a las palas y revisarlas ya que no se podía esperar que las fisuras crecieran y la estructura terminara por quebrarse. Había palas bastante grandes en las cuales la pluma era capaz de sacar mineral de un corte estando situada en el nivel inferior. La pluma tenía una pequeña baranda que permitía que uno subiera sin correr un gran riesgo. Más que por la altura sobre el suelo, el mayor cuidado que había que tener era con los escalones grasientos. Pero subiendo y bajando con cuidado no había problema.
Se trabajaba en tres turnos. Los turnos de la mañana y de la tarde eran los que utilizaban el mayor número de personas. El turno de noche era para realizar tareas menores y de emergencia. Como jefe de turno, me asignaron una camioneta y como yo no sabía manejar, me enseñaron a manejar en la misma mina. No era el lugar más adecuado para aprender, ya que el rajo estaba formado  por cortes de unos diez metros de altura. Pero eran caminos suficientemente anchos como para que maniobraran los gigantescos camiones mineros y se desplazaran la palas. En el interior de la mina se maneja por el lado izquierdo y al salir de la mina había un lugar en el cual se hacía el cambio y ahí se empezaba a conducir por el lado derecho.
Los supervisores se contrataban en el llamado Gold Role. Esto significaba que su sueldo era en dólares y que vivían en el Campamento Americano en donde recibían una habitación con una pequeña sala de estar y con baño. Estos mini-departamentos a los que llamaban staff, no tenían cocina y solo se le asignaban a los solteros. La falta de cocina no era problema, ya que todas las comidas se hacían en el Chilex Club. Para los casados, la cosa era diferente. Ellos recibían una casa completa. Este club era el único restaurante del campamento, era de lujo y de uso exclusivo de los del gold role. Tenía amplios salones de pino oregón, canchas de bolos y muchas otras comodidades. Yo como jefe de turno pertenecía esta casta. Inicialmente solo los yanquis pertenecían a este role, pero con el tiempo se amplió a los supervisores chilenos. El resto recibía sueldo en pesos, y vivía en Chuquicamata o en Calama. Algunos de los detalles que diferenciaban a los del gold role del resto de los empleados eran, además de tener adjudicada una camioneta, por ejemplo, que los guantes de seguridad que ellos recibían eran de lujo. Estaban acolchados interiormente y su exterior era realmente elegante. Otro detalle era que todos los meses los supervisores podían comprar una botella de whiskey a muy bajo precio (claro, solo whiskey de USA). Los supervisores echaban bencina a sus camionetas sin ningún control especial. Así, si uno decidía bajar a Antofagasta, podía cargar toda la bencina requerida para el viaje sin ningún problema.
Los desayunos eran excelentes. Jugo de naranja, cereales, leche, café, diferentes tipos de pan etc. Si uno quería huevos a la copa, había que indicar de cuántos minutos lo quería. Esto, porque en Chuqui el agua hierve a unos 90 grados (2), por lo que si uno no lo sabe y pide huevos de tres minutos (pensando en tres minutos a nivel del mar), se va a encontrar con que los huevos están más crudos de lo esperado.

Una cosa que uno aprendía rápidamente, era que antes de abrir una puerta había que tocar la manilla con una llave. Dependiendo de la ropa que uno llevaba y de la humedad ambiente, uno podía recibir  una descarga eléctrica bastante poco agradable en la mano.  De ahí la sana costumbre de descargar la electricidad estática a través de la llave antes de tocar la manija de la puerta.

Bueno, aprendí a manejar, a respetar a los camiones, y no me desbarranqué nunca. Me habían contado la historia de un supervisor que una vez se le ocurrió aparcar la camioneta detrás de uno de estos camiones. El chofer, que no tiene visibilidad inmediatamente hacia atrás, retrocedió un poco y se fue. Supo después, cuando le contaron,  que había dejado la camioneta como estampilla.
Don Julio, el segundo jefe,  aconsejaba: si un día vas manejando y por mala suerte se te para el motor sobre la línea del tren, debes recordar que a estos bichos cargados de mineral no los para nadie. Pero no te asustes. Simplemente pon primera y hace andar el motor sin usar el embrague. La camioneta va a avanzar, ronroneando un poco, despacito, pero seguro que cuando llegue el tren ya habrás avanzado los necesarios cinco metros y el tren pasará por tu lado. A lo más el maquinista te hará algún gesto poco amable con la mano hacia arriba.
Pasó un tiempo y a mi jefe le ocurrió el percance. Quedó parado justo sobre la línea férrea y se acercaba un tren. Estos trenes viajan bastante lento, pero uno sabe que entre sus habilidades no está la de detenerse en una corta distancia. Mi jefe, como viejo ducho, no se asusta. Pone en práctica los consejos que da a su gente. Pone primera, suelta el embrague, acciona el motor, pero este no parte. Se empieza a inquietar un poco y trata infructuosamente de hacer andar el motor. El tren se sigue acercando y nada. Un último intento fallido, abre la puerta y sale arrancando. El tren pasa serenamente sobre la camioneta. Mi jefe se queda en medio de la mina, a pie, pero vivo.

Otra historia de mi jefe. Él iba manejando detrás de un camión. A uno le enseñan que el chofer de estos camiones gigantes, tienen un campo visual bien restringido, así es que los que deben evitar un desagradable encuentro son los choferes de las camionetas y no los choferes de los camiones que van instalados a unos 5 o 6 metros sobre el suelo. Él iba detrás de un camión y en un momento la pendiente del camino empieza a subir y de la tolva rueda un peñasco  grandote. Entra por el parabrisas delantero, cruza por el lugar del copiloto que felizmente estaba vacío y sale por la ventana trasera de la cabina.

En la mina, cuando se iba a explotar un área, se preparaba el terreno y después llegaban las perforadoras a hacer su trabajo. El área se cerraba, y entonces llegaba el camión de los explosivos  y la cuadrilla que preparaba las cargas. A partir de ese momento no había más acceso al área. A las tres de la tarde, la mina debía estar vacía. Entonces se tronaba. A partir de ese momento uno podía pasar de nuevo en camioneta a todos los lugares de trabajo.

Un día en que estaba trabajando en el turno de la tarde, me levanté como a las ocho y me estaba duchando cuando siento que han tronado. Muy raro, porque siempre las tronaduras eran a las 3 PM.

Voy a tomar desayuno y me entero que no había habido tal tronadura. Había habido un accidente y había desaparecido la cuadrilla de trabajadores, el gringo con su camioneta y el camión de los explosivos,  completo. No había quedado nadie ni nada. Recordé entonces que el día anterior en la tarde, varios supervisores habíanos pasado cerca del lugar, que estaba cercado porque estaban realizando el carguío de los tiros.

Días después se podía encontrar en la mina  pedacitos de fierro de unos tres centímetros de longitud, totalmente retorcidos y negros. Decían, aun cuando esto yo no lo vi, que a la mina habían llegado unos zorros de visita. A nadie le agradaba pensar en qué tipo de comida podían estar buscando los zorros en la mina.

(1) Las palas electromecánicas se desplazan mediante orugas, similares los tanques. Con la diferencia que en las palas cada eslabón (la alpargata) de la oruga medía más de un metro de longitud y debe haber pesado unos 200 kilos.
(2) Chuquicamata está a una altura de 2870 metros sobre el nivel del mar. A modo de referencia, por cada 300 m de altura, el punto de ebullición del agua se reduce en 1 grado. Así a 2870 m el agua hierve a unos 90 grados Celsius.

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