El desaparecimiento

A. Thomas

El desaparecimiento
La universidad tenía convenios de becas con una buena cantidad de universidades del mundo. Así, en los internados se encontraban estudiantes y aspirantes de doctorado de una veintena de países. La mayoría de estos becados estaba de algún modo relacionados con partidos políticos de izquierda, aun cuando también había muchos que no solo no eran proclives a la izquierda sino que eran abiertamente derechistas. Estos últimos llegaban debido a que los convenios de becas no incluían requisitos de tipo político. Los becarios militantes de izquierda tenían sus organizaciones, las cuales tenían algún grado de reconocimiento por parte del estado. Por su parte los becarios de derecha tenían sus grupos más o menos organizados, pero que naturalmente no tenían el reconocimiento de las autoridades.
En el caso de nosotros, había becados pertenecientes a los partidos comunista (al cual se referían como “el partido”), socialista, demócrata cristiano y Mapu. Sin embargo, aun cuando la gran mayoría se sentía de izquierda, no tenía afiliación política y eran muy críticos al sistema imperante. La organización del partido en Dresden se reducía a la de las juventudes comunistas (a la cual se referían como “la J”), debido a que mayoritariamente los militantes comunistas becados eran de la J y no del partido.
En Leipzig, en la primera reunión general después del golpe militar de septiembre del 73, se propuso que a los siete integrantes de la dirección de la J se integrara un miembro del partido. Se aprobó la idea y yo fui elegido como el octavo miembro de la dirección y pasé a ser el representante de Dresden, que hasta ese momento no tenía delegado. Yo solicité a mi vez que se integrara un segundo miembro del partido y propuse a Javier, un compañero exiliado que hacía muy poco había llegado al país. Él pasó a ser algo así como un asesor, ya que no era becario y tampoco representaba a ninguna ciudad.
Al poco tiempo de ese encuentro en Leipzig, llega un día Javier a Dresden a conversar conmigo. El partido había decidido preparar a un grupo para encomendarle algunas tareas y todo debía ser en el más absoluto secreto -me dice.
Javier y yo habíamos sido encargados para hablar con varios de los seleccionados. El origen de la tarea venía seguramente del partido, pero la selección tenía que haber sido hecha por la J. Esto, porque el partido, integrado por compañeros recién llegados a la RDA, no conocían en absoluto a los becarios. Pero por alguna razón, ninguno de la J había sido elegido para hacer el contacto. Así, a Javier y a mí nos tocó viajar a varias ciudades en las cuales había compañeros seleccionados. La tarea no dejaba de ser complicada, ya que se debía contactar un compañero, quien a menudo nos identificaba solamente por lo ocurrido en la reunión de Leipzig. Lo primero era hacerles saber que la conversación debía quedar en el más absoluto secreto. Se le daba una información somera sobre el tema y en el caso que la proposición fuera aceptada, se les decía que en una fecha a ser comunicada, deberían viajar a Berlín y reunirse con el resto en un lugar a ser determinado. En cuanto al objetivo del asunto, se indicaba que era un requerimiento del partido y que no habría mayores explicaciones por el momento.
Después de esas conversaciones, supimos de casos de compañeros jóvenes que posteriormente nuestra visita confesaron que no podían dormir. Naturalmente estábamos en una época incierta y la noticia no ayudaba precisamente a tranquilizar a nadie. El sistema de becas había sido desahuciado por las autoridades chilenas y a los becados que eran docentes se les había ordenado regresar a Chile y a varios de ellos se les había comunicado que “analizada su situación personal, usted ha dejado de pertenecer a la universidad con fecha 30 de septiembre”.
Para la última reunión de la dirección, antes del desaparecimiento, cada uno de los delegados tenía que llevar dos nombres de compañeros de las ciudades representadas para que recibieran la beca Salvador Allende, la que sería otorgada por el estado.

Llegó el día de la reunión y al finalizar ésta, de los ocho de la dirección (con derecho a proponer), yo era el único que no se estaba auto-proponiendo. Javier no era ni becado ni representante de ninguna ciudad, y por lo tanto él no participaba ni en el desaparecimiento ni en las becas.

A uno de los representantes de ciudades que, junto con proponerse él mismo para la beca, proponía también a su esposa, le pregunté. ¿Es tu esposa una buena estudiante? La respuesta fue -obviamente que sí. De los nueve integrantes de la dirección, con excepción mía, todos tenían razones de peso, para no desaparecer. Así, yo era el único que desaparecería. Un par de ellos incluso dieron algunas las razones por las cuales ellos no debían desaparecer. No me pareció demasiado buena la decisión sobre quiénes desaparecerían y quienes no y tampoco sobre los nombres propuestos para obtener las becas, pero las cosas ya estaban decididas y había que acatar la opinión de la mayoría.

Se acercaba la fecha y la forma de actuar debía ser precisada. Llegado el día, había que desaparecer sin informar nada a nadie. Era la orden. Pero las cosas no eran tan fáciles.
-Compañero. Es aceptable que los amigos y relaciones no entiendan qué es lo que habrá pasado. No importa. Pero también hay compromisos. Por ejemplo, ¿qué pasaría con mi profesor? Su aspirante desaparece sin decir una palabra.
-No se preocupe compañero. Esas cosas las arreglamos nosotros.
-¿Pero no sería mejor dar alguna explicación más o menos plausible? ¿Por ejemplo, que hemos ganado una beca o algo por el estilo? Al desaparecer de la ciudad sin ningún aviso, seguro que al día siguiente Hans Petzold (el cónsul de Berlín Occidental) lo sabría todo, con nombres, pelos y señales.
A mí me parecía que la planificación no estaba para nada bien pensada. Tratando de entenderlo, me decía. A lo mejor la idea era provocar una situación que rápidamente llegara a los oídos de Petzold. -¡Ah!, con que parece que se están preparando… Pero ¿realmente la noticia iría a preocupar a la junta? Más que dudoso el susto que se llevarían  los milicos. Lo que parecía más probable, era que todo este asunto no fuera más que el fruto de la incertidumbre, del pensar que se debía hacer algo y del no saber qué hacer.
Como respuesta, se propone que a los reconocidos anti UP, varios de los cuales habían festejado al día siguiente del golpe, se les cancelen las becas y deban abandonar el país antes del desaparecimiento. Al final, el puro hecho que esas medidas se hubieran llevado a cabo, indicaba que el desaparecimiento no era puro teatro. Algo se tenía entre manos. El problema era saber qué era lo que pretendían, si es que había algo más allá de la confusión del momento.
No había más que hacer. Los cuatro de Dresden, nos preparamos para viajar el día señalado hacia Berlín en el tren que salía a las 6 de la mañana.
Para mí, había un problema adicional. Yo estaba a cargo del grupo folklórico y no solo manejaba las fechas de los futuros compromisos, sino que guardaba una buena parte de los instrumentos. Decidí que no podía dejar los instrumentos cerrados con llave en mi pieza y que no me quedaba otra alternativa que romper parcialmente la orden. Total, lo que yo iba a decir esa noche a las 20.00, a una sola persona, lo iban a saber todos a más tardar al día siguiente antes de mediodía. Si entregaba los instrumentos al menos se producirían menos problemas. Y nadie iría a saber nada adicional. Sabrían, simplemente, que desaparecimos. Una persona sabría que desapareceríamos a las 20.00 del día martes. El resto a más tardar a las 12:00 del día miércoles. Esto es, no se añadía ninguna información adicional.
Fue así como fui a hablar con Enrique. Le expliqué que al día siguiente desapareceríamos y que quería hacerle entrega de los instrumentos. Le expliqué que ni nosotros sabíamos a donde iríamos y que lo que le contaba era para evitar problemas adicionales. Que era necesario que guardara en absoluto secreto lo que le contaba. Él lo entendió y prometió guardar el secreto. Fuimos a buscar los instrumentos y él se quedó con ellos y con la información de los compromisos del conjunto. Más tarde supimos que Enrique lo primero que hizo después de recibir los instrumentos, fue contárselo a su polola húngara. De ahí a que la noticia corriera por el internado en la noche como una bola de nieve, no pasó mucho.
Al día siguiente partimos a Berlín. Nos presentamos en el lugar convenido y desde ahí fuimos conducidos a nuestro destino. Solo más tarde supimos qué era el lugar al cual habíamos llegado y que resultó ser la famosa escuela de cuadros  Wilhelm Pieck (1). Allí se entregaban cursos políticos de nueve o diez meses, en los que se hacían estudios sobre teoría Marxista-leninista. Era una escuela internacional preferentemente para estudiantes del tercer mundo, entre los que los chilenos eran solo una delegación más. Como llegamos a entender con el tiempo, si se trataba de asistir a esa escuela, toda la faramalla secretista realizada no tenía ningún sentido. Si había algo más, después del curso se podía haber inventado cientos de cosas para pasar a una posible segunda etapa. Al parecer, algunos compañeros habían visto demasiadas películas de espionaje y de esas, con licencia para matar.

La escuela tenía una muy buena infraestructura y estaba rodeada por un parque precioso. Junto a las clases teóricas, había deportes. La acomodación y alimentación eran excelentes. Aun cuando esta se consideraba una escuela internacional, la mayoría de los asistentes estaba formada por jóvenes de la FDJ (Freie Deutsche Jugend). En ese período, uno de los cuatro de Dresden encontró una amable acogida en una de las rubias FDJtlers. Todos nos alegramos por él, que logró tener  un poco de calor en esos tiempos de frío. ¡Y qué frío!
En el grupo de desaparecidos, un tercio debe haber estado formado por miembros del partido y el resto de la J. Al llegar se nos comunicó que el grupo estaría dirigido por un secretariado integrado por cinco compañeros de la J. Esto era bastante comprensible, ya que la J no quería perder la hegemonía que, como juventud, hasta entonces había tenido en el país.
Con el paso de los días ciertas inquietudes se empezaron a producir debido a las consultas no respondidas de algunos compañeros del partido y de la J. Ya no había al parecer motivo para no aclarar mínimamente algunas cosas. Pero el secretariado mantenía el secreto y contaba con la disciplina de sus dirigidos.
Dos semanas después de iniciado el curso, se reúne a todos los becados (en desaparecimiento) y se les comunica que todos vuelven al día siguiente a sus lugares de origen. No se da ningún tipo de explicación y solo se dice que las autoridades de los institutos y universidades serán informadas para que la ausencia no sea considerada como un abandono de los estudios.
A la mañana siguiente los cuatro de Dresden estuvimos varias horas en la estación de Berlín Schönefeld, en medio del viento y del frío, esperando el tren a Dresden. En los días siguientes a “la aparición de los desaparecidos”, ni en la universidad ni desde los demás becarios se hicieron preguntas (extraña falta de curiosidad). En forma oficial, la mini-historia se trató como si hubiéramos tenido un par de semanas de vacaciones. Para mí, el problema inmediato fue una crisis de cálculos renales ayudada por las horas de exposición al frío en la estación de Schönefeld.
Nunca se nos dio una explicación ni menos aún una disculpa por el grosero error de haber organizado esas dos semanas de vacaciones.
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(1) Escuela superior Wilhelm Pieck, junto a lago Bogensee, en Berlín Pankow (noreste de Berlín). Una escuela de educación política, con una infraestructura excelente, ubicada en un parque entre bosques de pino y abedules.
Fotos: Entrada principal, Patio interior y Auditórium
Fotos : https://wirataka.com/2019/09/21/el-convento-rojo

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(1) Escuela superior Wilhelm Pieck, junto a lago Bogensee, en Berlín Pankow (noreste de Berlín). Una escuela de educación política, con una infraestructura excelente, ubicada en un parque entre bosques de pino y abedules.
Fotos: Entrada principal, Patio interior y Auditórium
Fotos : https://wirataka.com/2019/09/21/el-convento-rojo

 

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