El funeral

El funeral
Los años sesenta fueron tiempos de especial efervescencia social en Chile. Las inquietudes se desarrollaba en diversas áreas, una de las cuales era el mundo universitario. Los partidos y movimientos de izquierda no se ponían de acuerdo y tenían grandes diferencias en cuanto a la interpretación de las acciones requeridas y de los caminos a seguir.
Las posibilidades de un golpe de estado se veían algo lejanas todavía, pero algunos grupos ya ensayaban ciertas formas de autodefensa. Una muy elemental, era que en las bases se había introducido la costumbre de utilizar chapas. Esto valía especialmente para las ocasiones en las que más de una base se reunía. Se hacían también cursos de marxismo, de diversas corrientes, y la mayoría de las tendencias eran muy críticas a la Unión Soviética. Parte importante de éstas eran afines al MIR y había una suerte de competencia sobre quiénes eran los más revolucionarios.
El movimiento, había instaurado programas de educación y una de las profesoras era la Marta Harnecker. Ella había sido integrante de la Acción Católica en su juventud y ahora era discípula de Louis Althusser. Años después se casaría con Manuel Piñeiro (Alias Barbarroja), quien fue jefe de los órganos de seguridad de Cuba. El movimiento, que nunca llegó a tener un nombre propio, constaba de un cierto número de bases, era dirigido por una especie de secretariado que nadie conocía y su única cara visible era Karl Glensser. Este era un ingeniero electricista de la Santa María, extraordinariamente inteligente y que en esos tiempos trabajaba en Endesa. Al parecer, el grupo dirigente estaba formado por estudiantes de sociología de la Chile. Estaba claro que el MIR ejercía bastante influencia, aun cuando no había ningún tipo de contacto oficial reconocido.
Luciano Cruz era un carismático dirigente del MIR y en esa época vivía en Santiago. Como típico dirigente de masas, era un hombre consiente de su imagen y se rumoreaba que habría tenido algunas diferencias con Miguel Henríquez en los tiempos previos a su muerte. Este último era un médico de la Universidad de Concepción, político, fundador y Secretario General del Comité Central del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Según la versión oficial y también la del MIR, Luciano Cruz había muerto debido a un escape de gas en su departamento. Sin embargo, la versión oficial tenía sus detractores. Es muy probable también que las dudas que aparecieron sobre la muerte de Luciano Cruz hayan sido fruto de los deseos de manchar la memoria de la izquierda chilena [1]. Naturalmente nunca se va a saber la verdad, ya que tanto los servicios de inteligencia chilenos como la CIA, no son precisamente organizaciones a las que se les pueda dar demasiada credibilidad. No es posible creer ni en Kissinger ni mucho menos en un criminal como el Mamo Contreras.
El funeral de Luciano Cruz contó con una masiva asistencia de los grupos de izquierda afines al MIR. En el momento de los discursos, alguien hizo funcionar una grabadora acoplada a un parlante. La grabación reprodujo un antiguo discurso del occiso y una vez terminada ésta, el equipo quedó abandonado cerca del féretro. Naturalmente, nadie pretendió recuperar el equipo ya que habría sido inmediatamente identificado por los numerosos policías de civil que rondaban en la ceremonia.
A la semana siguiente, se informa a las bases que la acción de hacer escuchar el discurso durante el funeral había sido realizada por integrantes del movimiento. Esto motivó que yo, que no estaba de acuerdo con gran parte de las políticas del MIR, dijera en mi base que nosotros no podíamos seguir participando del movimiento ya que nos habíamos convertido en mozos del MIR. Debíamos dejar el movimiento. La base concordó conmigo.
En la reunión siguiente, aparece uno de los integrantes del secretariado. Rechaza la decisión de salir de la organización y dice que con la razón esgrimida, esa de que éramos mozos del MIR, yo estaba humillando una profesión. Yo explico que lo único que esa aseveración indicaba era que nosotros, sin que nadie nos hubiera preguntado, estábamos haciendo un servicio a una organización que no representaba nuestra forma oficial de pensar. Más tarde, en la última reunión antes de terminar nuestra participación en el movimiento, hizo su aparición Karl. Él hizo ver su opinión, según la cual nosotros estábamos cometiendo un gravísimo error. Sin embargo la opinión de la base era que nuestra participación terminaba porque el movimiento había tomado una dirección que nosotros no compartíamos. Al finalizar yo le dije –pero podemos continuar siendo amigos-. A esto Karl responde – no me interesa tu amistad.
Así termino nuestra participación en el movimiento sin nombre.
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