La Santa María
Para entrar a la Santa María, se daba un examen de admisión que consistía en una prueba de matemáticas, la cual se daba en el mes de septiembre, esto es varios meses antes de fin de año. En diciembre se daba el bachillerato, que era la prueba que se tenía que dar para el ingreso a las universidades. Pero la Santa María ya en noviembre había aceptado a los que ingresarían a la universidad, sin importar de los resultados del bachillerato. Solo había que aprobarlo.
La prueba se daba en varias ciudades, una de la cuales era Concepción. Cuando yo di la prueba, deben haberse presentado unos cincuenta postulantes y solo dos aprobamos el examen. De ahí venía el hecho de que los de la Santa María nos creíamos buenos para las matemáticas. Y a veces ese complejo de superioridad quedaba al descubierto.
Muchos años después de haber egresado, estaba una vez trabajando en una red de agua que incluía dos estanques. El mayor de ellos estaba a más altura que el más pequeño. Durante la operación, el más grande debería descargar agua al más chico y para esto la cañería que los unía consideraba una bomba. Debido a la disposición de los estanques, quedaba claro que la descarga podría ocurrir en su mayor parte por simple gravedad y que la bomba solo sería necesaria cuando el nivel del estanque mayor hubiera bajado bastante. Esto es, la descarga de la mayor parte del agua del estanque podía ocurrir por simple gravedad.
Se requería entonces determinar el tiempo de la descarga de la parte superior del estanque en el que la bomba, si no se evitaba, tendría un trabajo como turbina. En este caso habría que agregar un by-pass al sistema de descarga.
Así, en la primera parte de la descarga el agua pasaría por el by-pass (no por la bomba) y la bomba se accionaría solo cuando el agua ya no pudiera circular gracias a la diferencia de niveles.
La determinación del tiempo, que justificaría o no la inclusión del bypass, requiere de un cálculo que no es muy usual. No es algo muy difícil, pero nunca me había tocado realizarlo. Cuando lo termino, me doy cuenta que el tiempo resultante tiene un valor que parece muy razonable, pero con el gran problema que salía con signo negativo. Busco y busco el error y no logro encontrarlo.
En el proyecto, todos los de mi especialidad estábamos agrupados en dos columnas. Le digo al colega que estaba delante de mí,
-Oye, tengo un problema. Tengo una pequeña integral y el resultado tiene un error de signo. Y no logro determinar dónde está.
-Mándamelo – me dice
Se lo envío y él responde
– De dónde lo sacaste.
– De ninguna parte, hombre. Míralo bien. No es nada.
Al rato él responde
-No te puedo ayudar. No recuerdo para nada las integrales.
-No me dijiste que eras de la Santa María – le digo
-Y tú – es su respuesta, porque él sabía que los dos éramos de esa universidad.
Ahí terminó la conversación. Al cabo de 10 minutos le aviso
-Oye olvida lo que te dije. Descubrí el error.
A los pocos días hay reunión de los jefes de especialidad del proyecto. El jefe de ingeniería inicia la reunión. Tenemos un coeficiente de avance aceptable – empieza diciendo -. Después veo que me mira a mí cuando dice – Y hasta integrales estamos usando. Y está mala.
-Deja pasar tres segundos y agrega – No, está buena.
Y la reunión continúa normalmente hasta el final.
Tiempo después, el jefe de la especialidad de electricidad, cuyo lugar de trabajo estaba en la columna vecina a la mía, y éramos vecinos me cuenta.
-Cuando tú le pediste ayuda al colega que trabaja delante de ti, por casualidad escuché toda la conversación. Me pareció divertida la historia de la integral, el error de signo y lo creídos que son los de la Santa María, así es que a modo de copucha, se lo comenté al jefe de ingeniería. Eso fue con el compromiso de que no me fuera a echar al agua. A los dos nos pareció digno de comentario eso de que los de la Santa María se crean buenos para las matemáticas (alguna vez se les sale).