Una viñeta navideña: Mi encuentro aéreo con Cameron Diaz

                          Una Viñeta Navideña:  Mi Encuentro Aéreo Con Cameron Diaz

                 Para aquellos demasiado pudorosos, no les recomiendo seguir con esta viñeta navideña. Puede ser demasiado hot para mentes tiernas y sensibles. Hecha la advertencia protocolar, les quiero narrar mi encuentro aéreo con Cameron Diaz.

                 Hace unas semanas atrás, en el cumpleaños de mi amiga  Carola, salió a colación la actriz de marras. La muy cochinona señaló en una entrevista que le gustaba practicar el sexo casual en los baños de los aviones. Hicimos una tallas bien subidas de tono al respecto; luego la festejada, algo entonada por larga serie de pisco souer depositados en su frágil cuerpo,  nos contó una experiencia similar que le había ocurrido en el baño de un bus en uno sus tantos viajes a Lebu. Se produjo un  bochornoso silencio  y prudentemente optamos por dejar el  tema hasta ahí.

                Semanas después, recibo una invitación al 69 Congreso de Sexología Tántrica de la Argentina. Tenía que exponer sobre el tema “¿Son los calvos mejores amantes? Mitos y Verdades”. Acepté de inmediato y el primer viernes de noviembre, bien entrada la tarde, ya estaba embarcándome para Buenos Aires. Cual sería mi sorpresa, cuando al atravesar la clase business, veo a la mismísima Cameron sentada con una Coca Ligth en la mano, con unas gafas Gucci que inútilmente intentaban camuflarla y el diario La Cuarta en sus manos. Mi corazón se fue a mil. Instintivamente alcancé a rozarla suavemente (¡Gracias Oh Maestro Bishma por el entrenamiento recibido!). Con la voz más ronca que pude le dije en un perfecto inglés: “I’m sorry, honey”. Ella giró su cabeza con esa lentitud gatuna que sólo las Grandes Seductoras saben y me enfrentó con una sonrisa del tipo: “¿Quieres ser mi esclavo.?”. Después de exactamente 7 segundos y 33 latidos de mi cuasi infartado corazón, ella ronroneó: “Dont worry… It’s OK”. Yo intenté desesperadamente hilvanar alguna frase original, pero sólo pude balbucear un titubeante : “Thanks” que me salió con un gallito en la “k”. Logré, eso sí, mantener la mirada 5 segundos, es decir, a esa altura, unos  66 latidos de mi corazón. Me alejé de ella  con parsimonia, echando unas sutiles miraditas hacia atrás para darle a entender ¡que sí quería ser su esclavo! Mi asiento estaba, señal del destino, prácticamente al inicio de la clase turista y, además, daba al pasillo permitiéndome así ver el respaldo del suyo situado unos metros más adelante. Divisé su mano izquierda jugueteando con el vaso de Coca Light. Sus dedos se deslizaban rítmicamente hacia arriba y abajo. Claramente me estaba provocando. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. “Relájate” me dije. “Analicemos la situación. Es poco probable que alguien haya leído la entrevista. Los chilenos somos incultos y los pocos cultos no leen esas huevás. Por ende, debo ser el único que sabe su secreto, Bien. Bien. Estás con ventaja. Ahora tienes que hacer un plan ¿Cuánto se demora el vuelo a Buenos Aires? Alrededor de una hora con cuarenta y ocho minutos. Descontemos, unos 10 minutos después del despegue y otros 10 antes del aterrizaje por razones de seguridad. Nos quedan una hora y veintiocho minutos. Dentro de ese periodo tiene que ser la cosa ¿El momento preciso? Cuando las azafatas estén repartiendo la cena ¿Condones? Ella debe tener o si no, improviso algo con la bolsa para  vómitos. Estamos de acuerdo. Sí, está todo Ok. Ahora a esperar el abordaje. Como Arturo Prat o Américo ¡A morir!”

               Para que les cuento, el tiempo pasaba a una lentitud exasperante. Perlas de sudor surcaban mi frente y mi velludo pecho.”No importa” me dije, “Apuesto a que esa guarra le gusta el sudor, la excita, le atrae ¡Si! ¡Yeah!¡Sí! ¡Yeah!”

              –Perdón, Señor ¿Le pasa algo? ¡Está temblando entero!  –escuché la voz de una anciana que se encontraba a mi lado.

               –Eh… No… Este…. Es que tengo un poco de Parkinson. –le respondí.

              –Pero el Parkinson ataca las manos y a Ud se le movía todo el cuerpo, especialmente la pelvis.

              –Sí… Es que el mío es una variante poco común y ataca a personas jóvenes. –repliqué acentuando sutilmente lo de “jóvenes” como para cortar la conversación.

              –Capaz que eso le pase a mi nieto –siguió ella no dándose por aludida–. El otro día estábamos viendo TV el sábado en noche. Creo que era ese canal ISAT. Yo, en realidad, me estaba quedando dormida y la sacudida de un ronquido me despertó. Ví a mi nieto, que estaba en el sillón de al lado, con los ojos en blanco y entrecerrados; emitía unos extraños quejidos y se movía igual que Ud lo hacía. Parece que además le dolía la guatita, ya que con sus manos dentro del polerón se la sobaba con gran frenesí. Menos mal que me acordé de mis clases de primeros auxilios de La Cruz Roja,  por lo que me acerqué a él lo más rápido que pude; le puse el control remoto en la boca para que no se hiriera la lengua y le pegué una buena cachetada. Parece que el tratamiento dio resultado porque se paró de un santiamén gritando: “¡Calma Abuelí! ¿Qué onda, brother?”. ¿Cree Ud. que tenga su misma enfermedad?

              –Mire, Señora, no lo sé. Habría que hacerle un buen estudio clínico y que sea visto por un especialis…

               -Perdóneme que le haga estas preguntas ¡Pero es que estoy tan preocupada por él! Es tan amoroso. Yo le doy una mesada para que me vaya a cuidar cuando mi nana sale los fines de semana. A veces lleva unas amigas y me dice: “Ya abueli, vamos a hacer cacú y después a la camita. Se va a tomar estas pastillas que le traje con Agüita del Carmen y va a dormir como lirón. Yo voy… este… a estudiar con unas compañeras para…  una.. este… ¡Eso! Una obra de teatro del Instituto. Si escucha ruidos, no se me asuste Abueli ¿Ya? Es que hay unos diálogos algo… este… violentos. A los locos del Instituto le gustan la cosa moderna, fuerte. Así que no se preocupe Abueli”. Si es tan amoroso mi nieto.

              –Le insisto, señora, yo iba a…

              –¿Acaso se cansó ya de mi conversación?

              –No. Yo sólo quería que…

              –Ud es igual que mi hijo. Finge interés, pero “no está ni ahí conmigo” como dice mi nieto.

              –Mire, señora…

              –Me llamo María Pía, pero dígame simplemente Pía, por favor.

              –Está bien, Pía.  Yo creo que su nieto tiene la testosterona elevada.

               –Perdone, no le entiendo.

              –Anda con la naturaleza alta.

              –Disculpe, pero no comprendo.

              –Anda siempre con el Kino acumulado.

              –¿El Kino? Pero que tiene que ver un juego de azar con…

              –¡Su nieto es más caliente que tetera de campo! ¡Me entiende ahora! 

               –Aaah ¿Ud cree que es eso? Capaz que sí porque su abuelo, es decir, mi esposo, que en paz descanse, era harto fogoso ¿sabe? ¿Y Ud entiende de adolescentes?

              –Algo. Soy psiquiatra y…

               –¡Un psiquiatra! ¡Qué emocionante! ¡Siempre soñé viajar en un avión con un psiquiatra para que me analizara durante el trayecto y no me pudiera cobrar! A todo esto… ¿A qué va a Buenos Aires?

              –Voy al 69 Congreso de Sexología Tántrica.

               –¿El Sexo Tántrico es esa técnica que permite prolongar el orgasmo? 

              –Es más que una técnica; es una filosofía de cómo encarar las relaciones sexuales.

              – ¿Y, Ud, dónde la aprendió? ¿Fue a la India?

              –Fui formado por un Maestro de la Sabiduría Extrema.

              –Oiga, pero dígame ¿es verdad que prolonga los orgasmos como por veinte minutos?

              –Sí. Con el entrenamiento adecuado, se puede llegar a eso y más.

              –Lo que pasa, doctor ¡Me da vergüenza contarle! ¡Pero Ud me da tanta confianza! ¿Puedo?

              –Ya dele no más…

              –Como ya le conté, mi esposo, que en paz descanse, se murió hace dos años. El hombre era fogoso, como ya le dije, y bueno… Cómo se lo digo… Dejó un vacío ¿Me entiende?

              –La entiendo Pía.

              –¡Gracias por la empatía! ¡Ojalá todos los hombres fueran tan empáticos como Ud. Oiga, no le he preguntado su nombre doctor ¡Que descortés he sido!

              –Me llamó Gregorio.

              –¡Uy! ¡Qué lindo nombre! Es como antiguo. Bueno, como le iba contando, mi esposo, que en paz descanse, dejó un vacío. Y yo vivo en una  inmensa casona en Providencia, con un tremendo jardín donde tengo unas plantas maravillosas que me dan mucha alegría y ganas de de vivir. La cosa es que, hace un tiempo, eché a mi jardinero de siempre porque era un flojo de porquería y, además, medio borrachín. Una vecina me dio un dato y contraté a uno nuevo. Al principio iba dos días a la semana, pero lo encontré super profesional y le aumenté un día más por semana. Empezamos a conversar y yo… este… como le dijera… me empezó a gustar. Es unos 15 años menor que yo, o sea, tampoco es joven ¿me entiende?, pero como es trabajador se mantiene regio. Además, averigüé que su abuelo paterno era Jara Zañartu, es decir, por algo yo notaba que no era un roto cualquiera. Después de un tiempo prudencial, algo así como dos semanas, empezó un romance. Por supuesto muy clandestino, ya que si mi hijo se entera armaría la grande. El problema es que mi Rotijuay (así le digo yo por cariño) no le llega ni a los talones a Onofre, mi difunto esposo. Mi Rotijuay es como muy… algo un poco… rápido ¿me entiende?

              –Y Ud queda insatisfecha ¿A eso se refiere?

              –Si pues ¡Eso mismo! Mi Rotijuay me hace tilín. A lo más, tilíntilín. En cambio, Onofre, que en paz descanse, me hacía tilíntilíntilíntilíntilíntilíntilín. Y yo echo de menos todas esas campanillas ¿me comprende?

                 –Sí, la entiendo; pero aparentemente el problema lo tendría Rotijuay y no Ud.

               –Pero, al menos, aconséjeme algo para que yo le pueda transmitir ¡Quiero volver a escuchar esas campanillas!

               –Sra Pía, no es llegar y dar un consejo de sexo tántrico así no más. Se requiere  un largo peregrinar interior, pasar por ciertos ritos como el de La Virilidad Plena ¡A mi me costó años de arduo aprendizaje antes que mi Maestro me considerara un Iniciado!

               –Yo creo que esas son excusas egoístas ¡y de seguro no me daría esa respuesta si le estuviera pagando en su consulta!

               Justo en ese momento, cuando el dialogo con la Sra Pía estaba subiendo de tono, llega la azafata y dice:

               – ¿Qué se van a servir? Tenemos pollo al curry con vegetales salteados o espaguetis con salsa Alfredo.

               –¿Ya están sirviendo la cena? –pregunté sorprendido.

               Sí, llevamos 40 minutos de vuelo ¿Algún problema señor?

               –No… Es que ando algo mal del estómago –dije mirando hacia el asiento de Cameron unos metros más adelante. –Déme a mi los espaguetis–continué–, son más livianos. Sra Pia, por favor, me puede cuidar mi chaqueta mientras yo voy al baño.

               –Claro doctor. Vaya tranquilo. Yo lo estaré esperando para que terminemos nuestra conversación cuando regrese.

               Hubiera preferido una preparación distinta para mi encuentro con Cameron. Claramente, el diálogo con la anciana cuica y cachonda no había sido una buena señal.

“¡No seai cabalero, huevón!” me dije para darme ánimo, “Concéntrate en tu presa”. Caminé lenta, pero decididamente hacia Cameron. Cuando llegué a su lado, me di cuenta que la rubia de “Locos por Mary” estaba raja durmiendo. Un hilito de saliva se escurría por la comisura de su boca. La toqué suavemente, casi con ternura. Nada. La gringa siguió durmiendo feliz. Por ende, utilicé algo más de energía en el segundo intento. Mismo resultado. Finalmente la zamarreé bien zamarreada ¡Nada! Estaba por colapsar de la impotencia cuando me acordé de las palabras de mi Oh Maestro Bishma: “Las mujeres son auditivas”. Inspirado por esas sabias palabras me acerqué a su oído y le susurré:

            – Where‘ s the bathroom, honey?

              ¡Magia! La rubia se despertó de inmediato, como si hubiera activado un resorte. Me miró con esos ojos celestes que te desnudan el alma y encuentran al Satán que llevas  dentro y me respondió como sólo las Grandes Seductoras saben hacerlo:

              –You are a very bad boy, baby! Come with me…

             Ahí caché dos cosas:

             1.-  Que efectivamente la mina era recaliente.

             2.-  Que se había empinado varios whiskys y otras tantas copas de buen vino chileno mientras yo hablaba con mi  compañera de asiento.

             “Concéntrate en el punto 1 ¡Ese es el importante!” fueron mis lúcidos pensamientos.  Cameron intento levantarse, pero los efectos del punto 2 se lo impidieron. Caballerosamente la sujete de su cintura y logré pararla y empezamos a caminar hacia nuestro nidito de amor (¡Qué cursi me salió eso!).

             –¡Wow! You are a strong man and a very bad boy, baby –dijo Cameron con su bouquet escocés chileno.

             Entramos al baño, aparentemente sin testigos inoportunos. Mientras, empezábamos el preludio de lo que sería el más memorable Touch-And-Go en toda la historia de la Aviación Comercial Chilena empezaron ciertos remordimientos: “¿No me estaré yendo al chancho muy rápido? Prácticamente no hemos hablado ¡Pareciera que simplemente somos un objeto sexual del otro!” Decidí, entonces, entablar un breve diálogo que se los reproduzco a continuación:

             –Sggmrbundmam –dije.

             –Intertmmgumyeahhh –respondió ella.

              –Realdumbgrrgood –continué.

             – Bluglundrrraaaahorgmsyeaah –afirmó ella..

            Cuando estábamos en ese interesante intercambio de ideas, sentí un ruido extraño. Primero pensé que era algo del avión, ya que era una suerte de murmullo ronco. Luego, la realidad se impuso cuando vi la expresión de dolor en la cara de Cameron.

             –Something wrong, honey? –pregunté.

             –I think  is my stomach, baby –dijo ella.

             En ese momento, apareció en mi mente una duda tormentosa.

             – Where did you go to lunch today, honey?

             –To Don Chalo’ s Picada, baby. Near The Central Market of Santiago.

             –And what especifically have for your lunch, honey?

             – Red seafood, baby.

             – ¿Piures?

             –Yes! Piuwreis, baby.

             –And then, honey?

             – Beans with reins, baby.

             – ¿Porotos con riendas?

             – Yes! Yes! Baby.

             –And in the desert?

             – Watermelon.

             – ¿Sandía?

             –Yes! Yes! Baby.

             –Houston, we have a problem…. –alcancé a decir cuando justo entramos en una zona de fuertes turbulencias. Esa fue la gotita que rebalsó el vaso para la maltratada pancita de Cameron. Su cara súbitamente empalideció. Luego se tornó verdeazulada, El avión seguía sangoloteándose para  lado y lado.

             –Baby, I have some urgents difficulties -dijo Cameron.

             –Can I help you?

             – Take me out my hot pants inmediatly!!

             Alcancé a sacarle los hot pants; ella hizo lo suyo con sus churrines y cuando iba sentándose en la taza, se soltó. Al respecto, les puedo decir lo siguiente:

             1.- Nuevamente ratifiqué uno de los conceptos más profundos de mi Oh Maestro Bishma: “Mientras más lindo es el potito ¡más hediondo caga!”.

             2.- La Cameron Diaz no tuvo sexo tántrico conmigo ¡tuvo una diarrea tántrica!. Efectivamente, no paró como en veinte minutos la pobre y en el apuro de sentarse salpicó para lado y lado. Se me ocurrió, entonces, la brillante idea de encender un cigarro para que los censores de humo activaran la alarma de incendio. La idea dio resultado, aparecieron unos rociadores de agua que nos dejaron todos mojados; pero harto más limpios. La tripulación del avión nos ayudó a salir y no puso problemas, ya que Cameron les dijo que estaba enferma y que yo sólo había querido ayudarla (Ven que en el fondo es toda una dama). Yo me escabullí cual comadreja hacia mi asiento. Pero la Sra Pía me estaba esperando:

            –Oiga, vaya que se demoró en el baño.

            –Sí, acuérdese que le dije que andaba mal de la guatita.

            – Sí, se nota porque quedó medio olisco.

            – Es que anda un rotavirus…

            –Ud cree que yo soy huevona, doc –me interrumpió la Sra Pía en un tono que no le conocía.– Cree que no me di cuenta que se metió en el baño con la actriz porno esa, la tal Cameron Diaz ¡Yo también leo la farándula hollywoodiense!

            –Mire, Sra Pía, lo que yo haga en mi vida privada es asunto mío ¿Me oyó? –se lo dije en un tono enérgico, rudo y categórico.

            –Mire Ud, doctor Gregorio Silva Romero ¡Seguro que no es de los Silva de Talca!

            –¿Cómo sabe mi nombre completo? Yo sólo le dije mi nombre de pila. ¡Y si soy de los Silva de Talca! ¡Me lo decía mi abuela!– la interrumpí, pero mi voz empezaba a resquebrajarse. 

            –Porque mientras Ud hacía sus cositas con Miss Cameron, yo me tome la libertad de revisarle sus documentos que tenía en su chaqueta y también su celular. Sé dónde vive, dónde trabaja y, sobretodo, sé el número telefónico y el correo de su esposa.

            –Vieja rechu….

            –He, he, he. No se me encabrite. Además le tomé una foto cuando estaba entrando al baño abrazadito con la yegua esa. La tengo lista en un correo para mandársela a su esposa..

            –¿Y que quiere Ud de mí? –pregunté, ahora ya francamente sumiso y derrotado.

            –Antes de contestarle, dígame cuál es su tercer apellido.

            –Bunster.

            –Menos mal. Sus primeros dos apellidos son… algo… demasiado criollos ¿me entiende? Mire, doc, lo que quiero es muy sencillo. Quiero sexo. Sexo tántrico right now.

            –¿Acá en el avión?

            –Todavía quedan unos cuarenta minutos de vuelo, así que tenemos tiempo de más para pegarnos un buen revolcón tántrico.

            –Pero…

            –No. Nada de peros o simplemente aprieto la tecla y se va el correo…

            – ¡No! ¡Alto! Si me quedó clarito. Ya puh. Será así no más.

            Ahora Uds se preguntarán qué chucha tiene de navideño esta trágica viñeta. Lo único de navideño que tiene esta huevá es que cuando nos dirigíamos hacia el baño del avión con la Sra Pía para que tuviera su tan ansiada sesión, la muy puta cantaba el villancico:

            –Campanillas, Campanillas, suenan sin cesar….

                                         ¡¡¡ Feliz Navidad!!!

         

               

              Autor: Juancho Ibieta

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